Brazilian President Jair Bolsonaro delivers a speech during a ceremony alluding to the International Day Against Corruption at Planalto Palace in Brasilia on December 9, 2021.
Que el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro (2019-2023) sería condenado en el juicio que enfrentaba en el Supremo Tribunal Federal (STF), instancia máxima de la justicia en Brasil, era esperado por todos, para empezar por el ahora reo. Lo que nadie se arriesgaba a prever era el tamaño de la pena que le sería aplicada. Una cosa era cierta: sería lo suficiente elevada para alcanzar a encarcelarlo.
El juicio empezó el martes 8 de septiembre y la sentencia se esperaba para hoy. Pero ayer se juntó la mayoría necesaria para condenarlo y el fallo determinado fue de 27 años y tres meses, de los que 24 años y nueve meses deberán ser cumplidos en prisión a régimen cerrado.
Nunca antes en la historia de Brasil un ex presidente fue juzgado, condenado y mandado a la cárcel por el STF.
Hasta anoche no se sabía adónde sería conducido Bolsonaro, y si le sería permitido cumplir prisión domiciliaria. También se especulaba sobre la posibilidad de que se redujeran los 24 años y nueve meses de cárcel previstos.
El ultraderechista padece varias enfermedades, y por eso se conjeturaba sobre la posibilidad de que cumpla la pena en prisión domiciliaria.
Las otras posibilidades serían permanecer en una cárcel común, o –gracias a que es capitán retirado– ser conducido a alguna instalación militar. El ejército, sin embargo, filtró a los medios de comunicación que no está dispuesto a recibirlo en ninguna de sus instalaciones.
Bolsonaro fue juzgado y condenado por haber incitado a un golpe de Estado para impedir que su adversario en las elecciones de 2020, Luiz Inácio Lula da Silva, asumiera el puesto para el cual fue elegido por un estrecho, pero incuestionable, margen de votos (51 por ciento para Lula contra 49 por ciento de los sufragios para Bolsonaro).
Para eso movilizó multitudes en actos callejeros, muchos de ellos plagados de violencia, trató de movilizar a las fuerzas militares –no lo logró porque el ejército y la aeronáutica se negaron a sumarse al entonces comandante de la marina– en un movimiento igualmente inédito en la historia de la república en Brasil.
Fuente: La Jornada
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